ESTE AÑO, EL GRITO DE LOS MEXICANOS DEBE SER PARA RECUPERAR NUESTRA TRANQUILIDAD Y NUESTRAS LIBERTADES

¡Qué manera tan gacha de desperdiciar toda esa sangre derramada en una lucha de 11 años para  liberar México del yugo español!  Han transcurrido 209 años desde aquel 16 de septiembre de 1810 cuando inició la guerra de Independencia y en pleno siglo XXI una minoría de mexicanos permitió que un hombre lleno de rencor, odio e incapaz de conducir los destinos de este gran país,  se apropiara del poder para llevar a cabo una venganza que alimentó por 18 años.

Definitivamente, las condiciones sociales, económicas y políticas son muy distintas; pero en esencia es lo mismo. En tan sólo nueve meses, los mexicanos han perdido muchas cosas, no sólo materiales, también su libertad y su tranquilidad, porque ¿quién se siente libre de andar por las calles cuando el crimen organizado hace de las suyas y tenemos un gobierno que pretende controlarlo haciendo un llamado a sus madrecitas o calificándolo de guácala y fuchi? La realidad es evidente, se carece de una estrategia y de autoridad calificada para brindar seguridad.

¿Quiénes consideran que  las constantes y reiteradas violaciones a la Constitución y al Estado de Derecho no son una pérdida de libertad? Los seguidores de López Obrador no cuentan, porque a pesar de que el destino y la realidad también los ha alcanzado continúan defendiéndole y pidiendo más tiempo, ¡señores, los destinos de un país no tienen curva de aprendizaje!

Acaso, la destrucción de las instituciones ¿tampoco es un atentado contra la libertad?

Ahora,  no nos encontramos subyugados a un gobierno extranjero (y no estaría tan segura de ello, ahí está Donald Trump que hace lo que le viene en gana con López Obrador y éste con 120 millones de almas),  pero si a un “wanabe” que se siente virrey, tanto que se negó a vivir en la Casa Oficial de Los Pinos con la única finalidad de mudarse a Palacio Nacional.

Su bandera son los pobres, pero son precisamente ellos a quienes les pone el pie en el cuello. En el sector salud no hay medicinas para los niños con cáncer; ni diálisis para diabéticos; ni gasas, jeringas o camas de hospital, es más, ni siquiera cuentan ya con el Seguro Popular.

A eso habrá que sumarle que no hay  guarderías, ni apoyos a mujeres violentadas, mucho menos a campesinos, deportistas o la cultura, pero sí para proyectos multimillonarios e inviables como la Refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía (del cuál hablaremos en otra columna porque el presupuesto asignado al mismo se ha triplicado, cuando ese fue uno de los pretextos del tabasqueño para cancelar el NAIM);  en conclusión, son los mexicanos con mayores necesidades quienes pagan por la corrupción, la ineptitud y el mal uso de los recursos que hace López Obrador.

Más que una educación de calidad para los niños y niñas, así como para los jóvenes es un adoctrinamiento o un coco wash para que crean que él y su constitución moral son la neta del planeta.

Los mexicanos no están felices como tampoco lo estaba en 1810. Hay miedo e incertidumbre porque no hay empleo y sí hambre.

No me queda la menor duda que somos un pueblo de luchadores, al igual que esos hombres y mujeres que tuvieron un sueño de libertad e independencia. Ahora como hace 209 años no debemos permitir que un sólo sujeto aplaste nuestra tranquilidad y nuestras libertades.

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