UNA ESPECIE EN EXTINCIÓN, LOS SIMPATIZANTES DE LÓPEZ OBRADOR

 


Miles de voces se escucharon el pasado 30 de junio gritar en el Ángel de la Independencia: “A mano alzada queremos que se vaya”. Sucedió un día antes de que López Obrador diera a conocer sus cifras alegres, mentirosas y engaña bobos, provenientes de la Secretaría de los Otros Datos, según él para celebrar su triunfo en las urnas el año pasado, cuando en realidad México está de luto.
Como era de esperarse y suponerse los simpatizantes en peligro de extinción del tabasqueño tratan a toda costa de minimizar el movimiento convocado por Nosotros Somos Chalecos México, de la misma manera que lo hacen ante el incremento de los índices de inseguridad; la falta de empleo, ¡claro! para los mexicanos porque a los inmigrantes se les garantizan 40 mil puestos en las maquiladoras.
Escasez de medicamentos; servicios médicos de cuarta que hacen honor a su transformación; el aterrador endeudamiento que será cubierto cuando se venda el avión presidencial (bueno de ahí saldrá para pagar todo, por supuesto, si algún día aparece el estúpido que lo compre y que será insuficiente), además un mercado tambaleante y sin inversión.
Aunado a eso, López Obrador lleva hasta sus últimas consecuencias su manera de actuar, siempre por encima de la ley.
Gracias a sus mensajes de odio y encono ha logrado dividir a la población en dos bandos conocidos por todos, pero más allá de ello, estás conmigo o en mi contra. Sinceramente, me encuentro en el segundo bando y no me da pena reconocerlo, me avergonzaría más creer que lo mejor que le pudo suceder a México es alguien como él y su gabinete de quinta.
No han sido seis meses de desarrollo, de inversiones, de certidumbre, de seguridad, de bienestar para su gente, por el contrario, ha sido un semestre en el que todos los días se supera la anterior barrabasada; las ocurrencias gubernamentales son para no creerse y las políticas públicas sólo tienen una finalidad, clientelismo político que le garanticen seguir controlando la mayoría tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores.
Hacer un recuento de todas sus malas decisiones ya es de hueva porque continúa marcando agenda, además de que son por todos conocidas aunque no reconocidas por quienes aún continúan aplaudiendo sus tonterías.
Efectivamente, hace un año 30 millones de ilusos, me cuesta trabajo creer que estaban convencidos de que era la única opción que teníamos, tacharon en una boleta los destinos de 90 millones más de mexicanos.
No, no tenemos nada que celebrar, vivimos en la constante zozobra, en los ataques, con miedo todos los días de lo que se le ocurrirá al tabasqueño.
Antes de que ganará la elección, siempre dije que muy a mi pesar, si llegaba a ser presidente (sí, así con minúsculas), lo respetaría como lo había hecho con los anteriores. Hoy, ofrezco una disculpa, porque no pienso cumplirlo, las mentadas como el respeto se ganan y él sólo me inspira lo primero.
No hay nada que celebrar, dejen de hacerse chaquetas mentales.
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Saludos cordiales
Alejandra Munguía Cambrán