Roberto Santos // En los últimos días, la atención del estado de Guerrero se ha centrado en un fenómeno que ya no puede ser considerado una simple coincidencia: los incendios forestales que azotan al municipio de Iguala.
De forma reiterada y cada vez más intensa, las llamas han consumido extensas áreas del territorio, lo que ha generado una creciente preocupación entre la ciudadanía y las autoridades.
Lo que comienza a levantar sospechas —y con razón— es que Iguala se ha convertido en el municipio con mayor concentración de incendios forestales en la entidad.
Y no se trata de eventos naturales fortuitos, porque parece indicar que se trata de incendios provocados, con claras intenciones de desestabilizar y generar caos.
¿A quién podría beneficiar una situación así? La administración municipal encabezada por Erik Catalán Rendón ha estado trabajando intensamente para atender estas emergencias, movilizando recursos humanos y materiales, y recibiendo un respaldo firme de la gobernadora del estado, Evelyn Salgado Pineda.
A pesar de los obstáculos, el alcalde ha respondido al cien por ciento, demostrando compromiso y liderazgo en una situación que huele más a sabotaje que a desastre natural.
No es nuevo que actores con intereses oscuros utilicen el fuego como arma política.
Provocar incendios para entorpecer gestiones gubernamentales es una estrategia ruin, pero efectiva, especialmente si se pretende proyectar una imagen de ineficiencia o caos.
Sin embargo, en este caso, el fuego ha revelado también la solidez de una administración que no se ha dejado doblegar.
Frente a esta situación, la ciudadanía merece respuestas. ¿Quién está detrás de estos incendios? ¿Por qué Iguala se ha convertido en el blanco de estos ataques? ¿Qué intereses están en juego?
Las autoridades competentes deben investigar a fondo, no sólo para castigar a los responsables, sino para proteger los recursos naturales, la estabilidad municipal y la confianza de la población en sus instituciones.
El fuego no sólo está consumiendo hectáreas de vegetación y eliminando la fauna, también pretende socavar proyectos, liderazgos y voluntades.
Pero hasta ahora, en Iguala, el compromiso con el bienestar común ha sido más fuerte que las llamas.