Roberto Santos // Durante décadas, Chilpancingo ha sido vista por muchos como una ciudad de paso, marcada por su historia revolucionaria pero sumida en el olvido institucional y cultural.
Sin embargo, algo está cambiando. La capital guerrerense se atreve a tender un puente de amistad con un país ubicado en el otro lado del mundo: Egipto.
Sí, ese Egipto milenario, cuna de civilizaciones y grandes conocimientos, de faraones, papiros y pirámides sagradas, ha encontrado eco en una ciudad mexicana que empieza a levantar la voz desde la cultura.
El presidente municipal, Dr. Gustavo Alarcón Herrera, ha emprendido una cruzada silenciosa pero firme para transformar a Chilpancingo en un nodo cultural.
Y este martes dio un paso histórico junto al embajador de la República Árabe de Egipto en México, Amr Abdel Wareth, al inaugurar la exposición Egipto – Chilpancingo: Un encuentro cultural, una muestra que más allá de los valiosos objetos, representa la posibilidad de que dos culturas se abracen desde sus raíces, se reconozcan, y aprendan una de la otra.
No se trata solo de admirar reliquias o piezas artesanales, sino de abrir espacios para el entendimiento mutuo.
“Esta exposición es un ejemplo de la riqueza cultural que podemos compartir y aprender mutuamente”, dijo el alcalde, y no exagera.
En un país que aún arrastra profundas desigualdades regionales, eventos como este rompen la lógica de que la cultura internacional solo pertenece a las grandes urbes.
Chilpancingo no está sola en esta cruzada. Lo apoya la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, estando presente la secretaria de Cultura estatal, Aída Melina Martínez Rebolledo.
También estuvieron los productores locales de mezcal y gastronomía guerrerense, lo que demuestra que este acto fue también una defensa del orgullo local.
Porque el diálogo entre culturas no es sumisión ni imitación; es intercambio y afirmación.
En la muestra egipcia conviven las etapas faraónica, copta e islámica y se espera que sea amplio el público que asista a visitar y deleitarse con la belleza de los objetos en exhibición.
Este tipo de iniciativas culturales, impulsadas desde gobiernos municipales, suelen ser invisibles para el radar mediático.
Pero su impacto es real. Porque no solo posicionan a Chilpancingo en el mapa internacional; también permiten a su ciudadanía reconocerse como parte activa del mundo.
En un momento donde el sur -olvidado- de México lucha por cambiar las narrativas de violencia que lo han marcado, acciones como esta son una muestra de nuevos aires para la población.
Son una declaración de que otra historia se puede contar.
Y que Chilpancingo, aquella ciudad que alguna vez albergó el Primer Congreso de Anáhuac, vuelve a ser centro donde confluyen pensamiento, arte, y fraternidad.
Porque cuando el arte habla, los pueblos se escuchan.
Bien por el alcalde Gustavo Alarcón Herrera.