Roberto Santos // Anoche un joven pierde la vida en los carriles de alta velocidad del bulevar Vicente Guerrero, al chocar su motoneta contra un árbol.
Algunos comentarios en las páginas que reportaron el suceso, señalan que el joven era repartidor de una taquería y que fue embestido por un automóvil, para después darse a la fuga.
En Chilpancingo se ha vuelto común que por accidentes como este, jóvenes pierdan la vida.
Sabemos que para que esto pase, se deben combinar algunos factores como velocidad, imprudencia, falta de protección, y la peligrosa costumbre de violar las leyes de tránsito y de la Física.
El joven que perdió la vida no llevaba casco, circulaba en una vía donde no debía estar y, como muchos otros, apostó por la velocidad en lugar de la precaución.
El resultado fue el peor posible.
Pero qué lección podemos extraer como sociedad de este accidente y otros semejantes.
Más allá de lamentaciones es momento de cuestionarnos: ¿hasta cuándo se permitirá que las motocicletas, sobre todo aquellas dedicadas a la entrega de comida, circulen como si fueran inmunes al peligro?
Los dueños de los negocios tienen una gran responsabilidad en este problema.
No basta con entregar un pedido a tiempo si el costo es la vida de un joven motociclista.
Es urgente que los establecimientos restrinjan a sus repartidores el uso del bulevar como pista de alta velocidad y los obliguen a cumplir con medidas básicas de seguridad. De lo contrario, seguirán siendo cómplices de estas muertes evitables.
Las autoridades, por su parte, deben dejar de ser espectadoras de este caos. Es imprescindible que trabajen en campañas de educación vial dirigidas tanto a motociclistas como a empresarios, además de imponer sanciones más estrictas para quienes ponen en riesgo su vida y la de los demás. Porque en Chilpancingo, la anarquía en dos ruedas ha cobrado demasiadas víctimas.
Rebasan por izquierda y derecha, zigzaguean entre autos, conducen sin casco y sin respetar los señalamientos.
La realidad es clara: muchos motociclistas han convertido las calles en una carrera suicida.
Pero lo que hoy parece una rutina de velocidad y adrenalina, mañana puede ser otra noticia trágica.
Y si no se hace algo ahora, seguiremos sumando nombres a la lista de los que perdieron la vida por no respetar las reglas.
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