Zona Cero || La ciencia de contar cámaras… y cuentos


Por Roberto Santos // Acapulco, el paraíso donde la seguridad es un tema de percepción más que de realidad, finalmente tiene una cifra clara sobre su sistema de videovigilancia.

Después de que el año pasado la presidenta municipal de Acapulco, Abelina López Rodríguez, asegurara que había comprado mil cámaras de vigilancia para mayor seguridad del puerto, el secretario de Seguridad, Eduardo Arturo Balleres Mendoza, nos regala un dato más preciso: son exactamente 783.

Sí, no fueron las mil que prometió, pero bueno, un 77% de algo sigue siendo mejor que el 0% de nada, ¿no? Total, si con unas cuantas cámaras los delincuentes ya deberían estar temblando, imaginen lo que pasaría con las que faltan.

Lo mejor de todo es que estas 783 cámaras están activamente monitoreadas por cien elementos de la Guardia Nacional. ¿El resultado de tanto ojo vigilante? Nadie lo sabe, porque revelar información sobre su efectividad violaría el debido proceso.

Así que, en lugar de ver los frutos de esta monumental inversión, nos toca confiar a ciegas… como siempre.

Eso sí, se nos informa que las cámaras están en proceso de fortalecimiento. Lo que no sabemos es si será con algún tipo de vitamínico, un multivitamínico reforzado o un suero de esos que venden en las farmacias para levantar muertos.

Todo en perfecta concordancia con la manera en que Abelina y su equipo gobierna Acapulco: a puro ensayo y error, con un poquito de improvisación y un toque de desmemoria.

Lo que sí sabemos es que el famoso “edificio Inteligente” donde opera el sistema sufrió daños con los huracanes Otis y John.

Seguramente eso explica por qué algunas cámaras dejaron de contar… o mejor dicho, de contarse. Aunque, pensándolo bien, tal vez las cámaras nunca existieron en primer lugar y el huracán solo se llevó la ilusión.

Y ya que la alcaldesa andaba en modo de ajustes, decidió cambiar al titular de Protección Civil porque, según ella, las nuevas condiciones climatológicas la obligan a tomar decisiones. Es decir, no reaccionó a tiempo con Otis, pero ahora sí quiere reaccionar.

Algo así como cerrar la puerta del granero después de que los caballos ya se comieron el grano.

Claro, esto nos deja con una duda razonable: si el clima cambia titulares, ¿por qué no la cambió a ella cuando no supo reaccionar a tiempo ante el huracán Otis? Quizás el viento no sopló lo suficientemente fuerte en su contra… o quizás tenía un paraguas político más resistente que cualquier tormenta.

Mientras tanto, Acapulco sigue bajo la atenta mirada de sus cientos—que no miles—de cámaras, cuyo principal logro hasta ahora es recordarnos que la matemática política es todo un arte… pero que hay que aprender a leer.