Acapulco: la transformación

Acapulco ha sido un pilar del turismo nacional e internacional, pero también ha enfrentado problemas estructurales derivados de una falta de planeación sostenida, un crecimiento desordenado y su vulnerabilidad a fenómenos naturales.
La devastación provocada por los huracanes Ingrid, Manuel, Otis y John no solo evidenció estas carencias, sino que también abrió una ventana de oportunidad para replantear el futuro de la ciudad, con una visión que combine sostenibilidad, desarrollo económico y bienestar social.

Por eso, el anuncio de la creación del Consejo de Planeación Integral (CPI) en Acapulco representa una decisión trascendental.

El CPI debe actuar como un organismo articulador, asegurándose de que el proyecto mantenga una visión integral y de largo plazo.

Los montos asignados pretenden una modernización integral de servicios básicos. Los 800 millones de pesos para modernizar accesos, embellecer espacios públicos y soterrar líneas eléctricas, además de los 240 millones en servicios básicos, son inversiones que darán un primer aliento a la renovación de Acapulco.

La inversión más importante anunciada por el gobierno federal es para el abasto de agua y saneamiento de la bahía: 7,940 millones en seis años.

La experiencia en otros destinos turísticos de México, como Cancún y Los Cabos, ha demostrado que una planeación estratégica es el eje central para transformar territorios y consolidarlos como motores económicos nacionales.

En el caso de Cancún, el proyecto iniciado en 1974 bajo la dirección del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) transformó un área poco desarrollada en uno de los principales destinos del Caribe, en un periodo aproximado de 15 años.

Por su parte, Los Cabos, cuya estrategia comenzó en la década de los 80, alcanzó su consolidación en unos 20 años, convirtiéndose en un referente del turismo de lujo y sustentable.

Ambos casos destacan la importancia de articular un plan integral que contemple no solo el desarrollo turístico, sino también la mejora de infraestructura, servicios públicos, conectividad y la creación de un entorno seguro y atractivo para la inversión privada.

Siguiendo estos precedentes, es razonable proyectar que el desarrollo integral de Acapulco podría requerir entre 15 y 20 años para alcanzar una transformación profunda y sostenible.

Este plazo incluye fases iniciales como la reconstrucción tras el huracán y, como se mencionó líneas atrás, la modernización de la infraestructura básica, y la planificación de zonas estratégicas, como la recuperación del centro histórico, la revitalización de Punta Diamante y el fortalecimiento del área tradicional de Caleta y Caletilla.

En términos de inversión, una vez el CPI arroje resultados, será interesante conocer el costo estimado para transformar a Acapulco en un destino integralmente planeado.

En este ambicioso proyecto, el gobierno federal no debe ir solo: si se logra una colaboración efectiva entre los sectores público y privado, así como la atracción de fondos internacionales para proyectos específicos, será crucial la suma de esfuerzos de la gobernadora Evelyn Salgado y la alcaldesa Abelina López para atraer inversionistas y propiciar las mejores condiciones en su ámbito de responsabilidad.

Empresas del sector turístico y desarrolladores inmobiliarios deben ser incentivados a invertir en Acapulco.

Se requiere un fortalecimiento de la seguridad y el diseño de políticas de promoción para atraer inversionistas nacionales e internacionales.

No se dijo en la presentación del subsecretario Sebastián Ramírez que será necesaria la ampliación carretera si se quiere desarrollar el polo de Coyuca de Benítez. Hay muchos costos ocultos para escalar a Acapulco hacia un destino turístico que rivalice con Cancún, Los Cabos e Ixtapa.

La transformación de Acapulco que plantea la presidenta Claudia Sheinbaum es un sueño posible.

Lo importante es que la meta está trazada; falta conocer la ruta.