Roberto Santos // La reciente carta que la presidenta de México envió al presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, marca un hito en la relación bilateral que promete ser complejas y determinante para ambas naciones.
En un tono firme, la mandataria mexicana subraya los esfuerzos de su gobierno en temas cruciales como la migración, el tráfico de fentanilo y la economía, mientras responde con claridad a las declaraciones del próximo ocupante de la Casa Blanca acerca de que impondrá desde el primer día de su gobierno el 25 por ciento de aranceles a las mercancías mexicanas.
La carta expone una verdad incómoda pero necesaria: el problema del tráfico de drogas y armas, así como el fenómeno migratorio, no puede enfrentarse con amenazas ni aranceles unilaterales.
La presidenta hace un llamado a la corresponsabilidad y a la cooperación internacional, dejando claro que estos retos son compartidos y requieren soluciones conjuntas.
En cuanto al tema migratorio, la mandataria destaca los avances de México en el manejo de la movilidad humana, respaldados por cifras que muestran una reducción significativa en los encuentros en la frontera.
Esta es una respuesta directa a las narrativas que reducen el fenómeno migratorio a una supuesta inacción de México, y al mismo tiempo, plantea una propuesta innovadora: un modelo de movilidad laboral que reconozca las necesidades de ambos países.
El tráfico de fentanilo, otro tema espinoso, se aborda con cifras contundentes: toneladas incautadas, miles de detenciones y una reforma constitucional en proceso.
Sin embargo, la carta no omite señalar que los precursores químicos provienen de Asia y que el consumo es un problema de salud pública en Estados Unidos. Un recordatorio de que, aunque México hace su parte, no puede resolver en solitario un problema que es esencialmente global.
Pero quizás el punto más agudo del mensaje es el relacionado con el tráfico de armas.
La presidenta lanza es certera al señalar que el 70% de las armas ilegales en México provienen de Estados Unidos, un dato que subraya la contradicción de culpar a México mientras se ignora el rol de los fabricantes y distribuidores estadounidenses en la violencia que azota a nuestro país.
Finalmente, la mandataria advierte sobre las implicaciones económicas de imponer aranceles.
Las cadenas productivas que sostienen millones de empleos en ambos países no pueden convertirse en moneda de cambio en negociaciones políticas.
El mensaje es claro: cualquier intento de desestabilizar la relación comercial norteamericana tendrá costos altísimos para ambas economías.