Roberto Santos // En la era de las redes sociales, el espacio público se ha transformado en un terreno salvaje donde cualquier persona con un dispositivo móvil puede lanzar acusaciones, quejas y hasta insultos sin filtro alguno.
Mientras es innegable que las plataformas digitales se han vuelto herramientas cruciales para la denuncia y la rendición de cuentas, también se han convertido en el escenario ideal para una catarsis colectiva que distorsiona la realidad. Uno de los blancos más comunes en este fenómeno son los funcionarios públicos.
La crítica legítima es esencial para el buen funcionamiento de la democracia, pero no se puede negar que muchas veces los ataques desmedidos en redes sociales son una forma de desahogo más que una reflexión crítica sobre la realidad.
Justo es lo que sucede con el alcalde de Chilpancingo, Gustavo Alarcón Herrera, quien vino a sustituir al presidente electo Alejandro Arcos Catalán, quien fuera privado de la vida.
Es cierto, hay duelo y dolor. Mucho dolor.
Pero Gustavo estaba registrado en la fórmula para la presidencia municipal como suplente. De acuerdo con la ley, debía tomar el cargo, si así lo decidía. Y así fue.
Con los riesgos y complejidades que existen en Chilpancingo, el médico Gustavo decidió enfrentar el reto.
Ahora se leen críticas contra él, en una especie de catarsis colectiva, muchas meramente instintivas que no toman en cuenta la complejidad de los problemas por las que en este momento atraviesa el municipio, donde hay comunidades con sus accesos destruidos y en la capital los socavones del río Huacapa costará una millonada reparar.
Dinero que no existen en las arcas del ayuntamiento.
La solidaridad de la gobernadora con la capital y con el alcalde para afrontar los problemas que en el municipio dejara John, es una muestra del interés por resolver de manera urgente los socavones antes de las próximas lluvias.
Atender las fuentes de agua que surten a la población de Chilpancingo, representa una acción prioritaria, porque dejar para después, puede suceder lo mismo que en Acapulco, donde siguen sin tener agua desde cuando pegara el huracán Otis.
Este acercamiento de colaboración entre el gobierno municipal y el estatal, ha generado un desfile de emociones exacerbadas en las redes sociales.
Sin embargo, hay quienes confían en el alcalde. Han depositado sus esperanzas y buenos deseos en él, quien ha sido un profesionista comprometido con la población de Chilpancingo.
Por lo tanto, el riesgo de seguir por la ruta de los ataques digitales, es que en lugar de promover el diálogo constructivo o el debate de ideas con argumentos sólidos orientados a encontrar medidas que resuelvan problemas apremiantes en la capital, termina en desahogos emotivos personales.
Y es así como se trivializa la discusión pública y perpetúa la idea de que la solución de cualquier crisis pasa por pegarle a los de “arriba”, sin analizar más detenidamente las causas.
Sin duda, debería existir el deseo de que las redes sociales sean una plataforma que sirva para el intercambio de ideas y la demanda de responsabilidades, para ir dejando de lado el linchamiento digital, porque los problemas sociales requieren soluciones integrales, y los funcionarios públicos no pueden ser el chivo expiatorio para lapidaciones colectivas.
Al final de cada día, la catarsis en línea puede brindar un alivio momentáneo, pero no soluciona absolutamente nada.