Roberto Santos // Prefirió renunciar antes de que lo cambiaran este sábado.
El jueves, Alberto Catalán Bastida anunció su renuncia a la dirigencia y al PRD, como era de esperarse, después de que Ángel Aguirre Rivero sacara a su corriente IPG, de este partido para “jugar” a la sociedad civil.
Si los primeros días Catalán Bastida se negaba a renunciar a la dirigencia estatal, ya cambió de opinión, porque las demás corrientes anunciaron que lo destituirían este sábado.
Lo curioso es que quienes se van de este partido, lo hacen dejando sus críticas, siendo que fueron parte de los males que entraña y que lo alejaron de la ciudadanía.
El PRD se negó a darle oportunidad a nuevas generaciones, al volverse un partido propiedad de varios cacique, quienes una y otra vez, con sus rostros desgastados, repetían en las diputaciones y en las candidaturas.
Luego vinieron los familiares para ocupar posiciones que les correspondía a quienes han hecho talacha política.
No hay que olvidar que el gobierno de Ángel Aguirre le dio la puntilla, pues fue cuando desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Con su caída, el PRD perdió la gubernatura y simpatizantes.
Finalmente, la renuncia de Alberto Catalán es el reflejo de la crisis que internamente vive el sol azteca y que lo abandonan quienes se aprovecharon de su auge, y ahora que está en picada, rápidamente, como las ratas, dejan el barco.
Su salida ocurre en un contexto delicado: el PRD ha perdido su registro a nivel nacional y está en proceso de convertirse en un partido local, una transición que lo obliga a replantear su identidad y su relevancia en el escenario político.
Este éxodo, obedece a un reacomodo de fuerzas a nivel estatal para lo que viene, y a las fracturas internas del perredismo, un partido que, en otros tiempos, fue un actor de peso en la política estatal y nacional, pero que en Guerrero, aunque disminuido, se mantiene vigente.
El hecho de que en la sesión plenaria de este sábado se defina la reestructuración de la dirigencia estatal, con la posible destitución de los actuales dirigentes, nos muestra que las tensiones internas están lejos de resolverse.
El PRD está en una encrucijada, y lo que suceda en las próximas semanas determinará su futuro como fuerza política.
No hay que olvidar que los momentos críticos también puede ser una oportunidad para una profunda reflexión interna.
Y si el PRD quiere resurgir, debe hacer mucho más que cambiar dirigentes.
Necesita recuperar su conexión con las demandas sociales, dejar atrás las prácticas clientelares y, sobre todo, volver a ser una opción real para los ciudadanos que aún buscan una alternativa de izquierda que defienda sus intereses.