Infiltrados || El Reflejo de una comunidad

Alfredo Hernández Fuentes // Aunque ni los propios ni los que están de paso tuvieran que saberlo por obligación, pero que de alguna manera lo perciben o lo intuyen, la plaza principal de una comunidad humana cualquiera viene a ser claro reflejo de la gente que la habita, y en Acapulco no se da la excepción. Nuestra plaza principal nos relata con exactitud lo que somos y por que clase de individuos estamos gobernados.

Quienes toman las determinaciones de cómo debemos coexistir  son los ediles y sus funcionarios actuales a quienes presuntamente solo parece interesarle aquello que pueda generarle bienes monetarios, y todo aquello que les provean sus grupos de poder metidos en la economía informal y que básicamente le apoyen en las contiendas electorales para mantener las riendas del poder público.

Desde tiempos inmemoriales la plaza principal de Acapulco, misma que por default le llaman zócalo o por último hasta Plaza Álvarez ha sido un interminable teatro de disputas por los espacios. Si pues, esa plaza que por los anarquistas del presente recibe el mote de mercado o parque. Todo ello debido sin temor a la certeza que sus contenidos así lo demuestran.

Traigamos al caso algo de recuerdos:
Hacia el inicio del siglo XX uno de los cabildos anuales tomó el difícil acuerdo de comisionar a un Regidor para que fuera a desalojar a un comerciante árabe que en base a la corrupción ya había colocado un puesto de ropa y telas dentro de la Parroquia de la Soledad. ¡Que cosa!

Gráficas del año 1907 muestran que en donde ahora se encuentran las escaleras para ascender hacia el antiguo Palacio Municipal, se encontraban instalados algunos matanceros vendiendo carne oreada que exponían en mecates; así de vendedoras de comida rápida, como sopes, elotes, tamales, atole, y otras cosas ligeras. Las olas maremoto del año 1909 se encargaron de borrarlos del mapa.

Pero el interés no se detuvo con el inesperado meteoro, bien organizados y financiados por fuerzas oscuras les llevaron a levantar una estructura que les serviría para expender mercancías correspondientes a comestibles perecederos y otros productos más que ya estaban compitiendo en forma desleal y desigual con el comercio formal. Ver la siguiente gráfica del año 1919.

A mediados de los años 60 del siglo que antecede, un Presidente Municipal se quejaba en la sesión de Cabildo por la cantidad de problemas que generaban los cientos de personas que habían llegado de muchas partes para asentarse en la Colonia La Laja, y que por necesidad tenían que allegarse recursos de la manera que se pudiera para sobrevivir. Exclamaba entonces ese primer edil: “…tal parece que lo único que tenemos que hacer aquí es resolver los problemas de los paracaidistas y de los ambulantes”. (Ahora a quienes se posesionan ilegalmente de terrenos se les menciona con el eufemismo de precaristas).

Llegados a tiempos recientes, tenemos que Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, en su carácter de Presidente Municipal (1999-2002) tomando el reclamo de la ciudadanía por que se les regresara el Derecho a la Ciudad reconocido por la ONU, desalojó alrededor del 70 % de los ambulantes, y más adelante Alberto López Rosas (2002-2005), desalojó otro 15 % con lo cual la ciudad parecía que se encaminaba a recuperar el sitial perdido dentro de la esfera turística nacional. 

Pero no, no se logró tal cosa. Veamos por qué: Quienes llegan a esta ciudad del algún poblado de escasos satisfactores, se deslumbra con el panorama que se descubre ante su mirada y decide quedarse a residir por acá. Hasta allí es correcto el trance, porque todo mexicano tiene el derecho de residir en donde lo desee, pero a lo que no tiene derecho es a entorpecer la vida formal y de respeto a las normas de una ciudad.

Es allí en donde se encuentra el problemita del comercio informal. Los que se dicen o se creen “políticos”, personajes arribistas a quienes no les interesa para nada el futuro de Acapulco encontraron que pueden arrastrar a sus campañas electorales a esa clase de personas  aquienes pueden manipular ofreciéndoles  apoyo para que obtengan un lote en los cerros y/o espacios en la vía pública, ya sean plazas, parques, jardínes o banquetas para que ejerzan la actividad comercial que más les convenga.

Ya sufrimos en el pasado a lideresas de la ilegalidad a quienes se les calificó: a una como “La Reina de las Banquetas” y a otra como “La Princesa de las Banquetas”; pero es peor lo que tenemos en el gobierno actual, es a esa persona que ya le llama el pueblo consciente como “La Reina de las Fondas de Banqueta”, porque allí en las banquetas y la invasión de los cerros reside su poder de convocatoria y la fuerza electoral. ¡Pásele por este lado… bara bara bara… todavía tenemos espacios disponibles en las banquetas y el parque que llaman zócalo!

Cuando alguien no sepa el nivel que tenemos como comunidad, los que todavía seguimos infraviviendo en este pueblo de fondas de banqueta, tendremos que aceptar y contestarle que, somos un reflejo del mercadillo que está frente al malecón (Antes Plaza Álvarez)  ese que nos dice quienes somos: Una mezcolanza de lo que sea, una comunidad de arrebatos, despojada de su historia, de sus costumbres, sin originalidad y que en la bruma de la perversidad y la indolencia perdió hasta su identidad.

Es cuanto.
Correo: poracapulco@hotmail.com