Nadie podrá regatearle al presidente Andrés Manuel López Obrador su tenacidad y trabajo para lograr llegar a la Presidencia de la República después de tres intentos por la vía pacífica.
En su libro Gracias, Andrés Manuel reconoce su paso por el PRI, del que fue dirigente estatal en su natal Tabasco, instituto al que intentó reformar aperturando la participación de las bases en las decisiones para elegir alcaldes y otros cargos de elección popular. Su propuesta no prosperó, lo que lo llevó a renunciar, no obstante reconoce su admiración por Carlos Madrazo, quien fuera dirigente nacional del tricolor.
Nadie podrá regatearle tampoco al Presidente haber denunciado el fraude más grande que hemos padecido los mexicanos, como lo fue el Fobaproa para rescatar a los banqueros, y que los mexicanos seguimos pagando hasta hoy día.
Hay quienes podrán tener coincidencias y diferencias con él, señalando que no cumplió con las expectativas en materia de salud, o que la política en materia de seguridad pública no alcanzó las metas ofrecidas de disminuir los delitos en un 50 por ciento. Tal vez tengan razón. Pero lo que también es cierto es que AMLO entrega un país sano por cuanto a la inversión nacional y extranjera se refiere, y lo más importante, con una disminución del 10 por ciento de la pobreza extrema en nuestro país.
Hoy somos otro México. Ya no son los grandes empresarios, muchos de ellos fatuos, o algunos medios de comunicación que se sentían con un enorme poder y que imponen la agenda política nacional, y eso es de celebrarse en verdad. Hacía falta un presidente con los suficientes pantalones para no dejarse presionar por estos actores que tanto medraron con el presupuesto. Recordemos también que en este gobierno los grandes consorcios perdieron privilegios y pagan impuestos.
AMLO se ha preocupado por los más pobres de México, por el México profundo y miró hacia el sureste como ningún presidente lo había hecho. Su formación en las comunidades indígenas de la Chontalpa, su formación en ciencias políticas de la UNAM, su origen provinciano le permitieron una formación de un auténtico líder social que no es lo mismo que ser dirigente.
La recuperación del poder adquisitivo del salario mínimo también debe reconocerse, porque se traduce en una mejoría en el bolsillo y por ende en la calidad de vida de las personas.
Como lo narra en su libro, él no se la pasaba tomando café o comiendo con otros políticos o periodistas, sino involucrándose en las luchas de los trabajadores y los campesinos, conociendo personalmente a la mayor parte de sus líderes.
Sirva esta reflexión para que muchos de los seguidores de Morena y sus aliados entiendan el ideario político de AMLO y no sigan apostando desde una hamaca a la marca “Morena” para ganar una elección porque todo tiene fecha de caducidad.
Los programas sociales que hoy hereda tendrán que perfeccionarse por la nueva administración que encabezará la doctora Claudia Sheinbaum Pardo para generar fuentes de empleo siguiendo el modelo de Dinamarca.
AMLO puede decir hoy con mucho orgullo: misión cumplida. Habrá un antes y un después de su administración, que luchó por disminuir la corrupción, heredó obras de gran calado en nuestro país, implementó las reformas necesarias para ayudar a los más desvalidos, evitó la confrontación estéril con los grupos delincuenciales, pero sobre todo estableció las bases de un México diferente donde todos tengamos cabida, donde las diferencias sociales sean menos ofensivas y donde la noble actividad de la política sea eso, la oportunidad de servirle a los demás y no de servirse a uno mismo.