Por Citlali Calixto Jiménez* // El 10 de mayo, Día de las Madres, siempre me ha parecido una excelente oportunidad
para acompañar el amor que le externamos a nuestras progenitoras de una reflexión individual y colectiva sobre cómo se vive y ejerce la maternidad en México. Aquí les presento mi contribución desde la perspectiva de una mujer joven y feminista, sin hijos, que desde la diversidad sexual desea y trabaja para que las maternidades sean libres,
voluntarias, deseadas y que nunca sean un factor que profundice la desigualdad de género.
Lo primero que quiero resaltar es que hemos cambiado los estereotipos sobre la
maternidad, pero no logramos erradicarlos. Hace mucho dejamos atrás el siglo XX y su imagen predominante de la madre abnegada de las películas del cine de oro mexicano.
El siglo XXI llegó acompañado de un reconocimiento de mayor diversidad. Cada vez es más frecuente la consideración de distintos tipos de familias más allá de la heteronormatividad: monoparentales, reconstituidas, adoptivas, homoparentales y multiculturales. Sin embargo, también han surgido clichés sobre la maternidad, la abnegación dio paso a la super mamá que todo lo puede.
Desde mi perspectiva, los estereotipos nunca son útiles, promueven la discriminación y generan frustración. Los dos que he mencionado son casos extremos, pero ambos romantizan mucha de la desigualdad que todavía persiste en el hogar y que fijan estándares inalcanzables de perfección. La maternidad es tan diversa como los
modelos de crianza y las mujeres mismas. Revisemos algunos datos para tener una
mejor perspectiva.
De acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda (INEGI, 2020) en el país había poco más de 35 millones de mujeres madres con un promedio de 2.2 hijos. El 70% de las mujeres mayores de 15 años reportaron tener al menos un hijo. El 48% de las madres se encontraban casadas, el 23% vivía en unión libre, el 10% eran viudas, el 7% son solteras, el 9% separadas y el 3% divorciadas. La gran mayoría (57%) había terminado su educación básica, el 19% cursó el nivel medio superior, el 17% tenía educación superior y el 7% no contaba con ningún tipo de escolaridad.
Lo segundo que quiero resaltar es la vinculación de las madres mexicanas con el sector laboral. De acuerdo con los registros del INEGI, 4 de cada 10 mamás se encontraban económicamente activas en 2020. Al observar por estado civil, vemos que 7 de cada 10 madres solteras están económicamente activas. El 78% de ellas se desempeñan como trabajadoras subordinadas y remuneradas, el 18% trabaja por cuenta propia, el 2% son empleadoras y el 2% son trabajadoras sin pago. El 70% contaba con prestaciones laborales y el 48% eran jefas del hogar.
En este día tan especial las madres mexicanas serán festejada en algún restaurante o en reunión casera y recibirán un regalo con valor de $750-$1,000. Así lo muestran datos
de la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) sobre los hábitos de consum para el Día de las Madres 2024. Sin duda, se merecen eso y mucho más. El mejor regalo posible es una sociedad igualitaria en la que las maternidades no sean un factor que amplíe la brecha de género.
Todavía estamos lejos. Les doy un dato muy sencillo, pero contundente. La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo Libre del INEGI indica que cuando un hombre contrae matrimonio gana casi 3 horas diarias de tiempo libre, mientras que la mujer pierde poco más de 7 horas. La “doble jornada” laboral de las mujeres (en casa y en el trabajo) es cada vez más extenuante. Ya sea por necesidad o por desarrollo profesional las madres están trabajando cada vez más.
De ahí la importancia de cambios profundos en materia de labores de cuidado y trabajo doméstico no remunerado. Por la veda electoral no es posible analizar en este espacio las políticas vigentes, ni plantear alternativas de solución. Ya lo haremos en su momento, por ahora basta con reiterar que la maternidad debe ser libre y voluntaria.
Repensemos nuestros roles como hijas, hijos, padres, esposos, familiares. No
descansaremos hasta que quién decida maternar pueda hacerlo en condiciones de igualdad y en el tipo de familia que mejor disponga.