Por Francisco Javier Flores V. // Con la definición del proceso interno del partido Morena, que concluyó con la designación de Claudia Sheinbaum Pardo como coordinadora nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación, no solamente la aspiración de Abelina López Rodríguez de reelegirse como alcaldesa de Acapulco sufrió un duro revés, sino también la de otros personajes que apostaban a que ganara su “corcholata” favorita, de la que eran fervientes promotores.
Lo de la presidenta municipal destaca porque, de hecho, el desgaste de su figura política se ha venido evidenciando de tiempo atrás, y fue durante la visita del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador para encabezar desde aquí la conferencia mañanera, cuando cobró mayor relevancia ese distanciamiento entre Abelina y su partido.
La oriunda de Oaxaca -origen que, por cierto, el propio López Obrador le ha restregado pero ella nunca entendió el mensaje- fue olímpicamente ignorada en la visita presidencial, como ya días antes lo había hecho el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, cuando vino a Guerrero a encabezar un encuentro con liderazgos femeniles de la entidad y ella tampoco fue invitada.
Así, huérfana política tras la muerte de quien se había convertido en su mentor estatal, Luis Walton Aburto, Abelina está hoy ante la disyuntiva de seguir los pasos de Marcelo Ebrard (su mentor nacional), quien estaría prácticamente con los dos pies fuera de Morena, salvo que ocurra de última hora un acto de genuflexión y el ex canciller acepte quedarse, con la cola entre las patas.
O bien también agachar la cabeza y concluir su mandato como alcaldesa, consciente de que esa ficticia popularidad inflada los últimos dos años al amparo del poder que da el manejo del erario público, se ha desinflado y cuando mucho le alcanzará para negociar alguna diputación local que le sirva como caparazón ante las cuentas que tendrá que rendir a los entes fiscalizadores una vez que deje el cargo. Nada más. Bueno, también podría alcanzar una regiduría para su amada Leti.
Otros grandes perdedores son Yoshio Avila González y Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, aplaudidores hasta el cansancio del ex secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández.
En el colmo de la estupidez, apenas se estaba conociendo la noticia de que Claudia Sheinbaum había sido la triunfadora, cuando el “staff” de medios del derrochador joven priísta infiltrado en Morena festinaban que Adán hubiera perdido, con el absurdo argumento de que será el próximo dirigente de Morena y desde ahí nombraría a Yoshio candidato para Acapulco. Habría que estar falto de neuronas para siquiera imaginar ese escenario. Por cierto… ¿de dónde sale el dinero que derrocha Yoshio?
Pablo Amílcar, por su parte, al ver perdida la esperanza llamada Adán Augusto, regresó a lo único que sabe hacer: Pintas con su nombre en todos los postes de luz de Acapulco y distribución de un tríptico en donde asegura que es un “digno representante de Guerrero” en la Cámara de Diputados. Qué bueno que ya se acordó que por nuestro estado cobra como legislador federal, ya nomás falta que se acuerde de por qué se le puso ahí, pues al parecer se le olvidó.
A estos dos últimos personajes, su contraparte grupal, Silvestre Arizmendi Torres, otro de los en su momento fervientes promotores de Adán Augusto, les dio una muestra de madurez y civilidad política, al reconocer el triunfo de Claudia Sheinbaum, llamar a la unidad y poner el Movimiento Transformador de Guerrero que encabeza a las órdenes del proyecto político de la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
De los damnificados políticos que le apostaban a Monreal, Velasco, Noroña, mejor ni hablamos. Vale.