Contexto Político || PRI: mismas prácticas, mismas caras

Por Efraín Flores Iglesias // El 2 de julio del año 2000 la sociedad mexicana logró una hazaña política sin precedente: terminar con la hegemonía de siete décadas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y puso las bases para iniciar una nueva era política en el país.

Fue un avance democrático la salida del tricolor de Los Pinos y la primera derrota en las urnas que sufrieron los jerarcas de esa fuerza política que en 1929 fundara el general Plutarco Elías Calles y otros militares que lucharon en la Revolución.
Los gobernantes del PRI cometieron muchos excesos en el ejercicio del poder. Y, al igual que el presidente Porfirio Díaz, no entendieron el fin de un siglo y el inicio de otro. Pensaron que nunca se les iba acabar el poder y que los mexicanos seguirían votando por ellos.

El ex gobernador guerrerense José Francisco Ruiz Massieu lo advirtió antes de ser asesinado: “O cambiamos o nos cambian”. Esa frase lapidaria fue mal entendida por los dirigentes de su partido, tanto en el ámbito local como en el nacional. No cambiaron y los cambiaron.

En 2012 regresaron nuevamente a la Presidencia de la República a través de Enrique Peña Nieto, un personaje que tampoco entendió al país que gobernó durante seis años. Su gobierno es y seguirá siendo recordado como uno de los más corruptos de toda la historia.

Es cierto, el PRI creó instituciones y se abrió a la competencia política al permitir que la oposición tuviera representantes (plurinominales) en la Cámara de Diputados en 1977. Pero también formó políticamente a su “Frankenstein” (Andrés Manuel López Obrador) que actualmente gobierna al país y que busca eliminarlos del mapa electoral.

El PRI hizo y deshizo. Tuvo buenos y malos gobernantes. No todo fue malo. El grave error que cometieron la mayoría de sus dirigentes y representantes populares fue simular que eran honestos, demócratas y cercanos a la gente… al pueblo. De hecho, muchos priistas siguen actuando de esa manera. No cambian ni cambiarán.

En 2018 los electores volvieron a sacarlos de la Presidencia de la República. Y va a estar muy complicado que recuperen el poder en el corto plazo.
Del 2021 a la fecha han perdido la mayoría de las gubernaturas que tenían, incluido Guerrero.
El próximo 4 de junio es muy probable que pierdan su principal bastión histórico: el Estado de México. Mientras que en Coahuila y luego de la división de Morena y sus aliados del PT y del PVEM, es casi un hecho que retengan el poder.

El problema más apremiante del PRI es su forma de operar y de pretender seguir engañando a los mexicanos que ya cambiaron, cuando en los hechos siguen siendo los mismos. Y lo vemos a la hora de elegir a sus candidatos, que en la mayoría de los casos son los mismos rostros de hace 30 años.

La renovación generacional sólo está en el discurso. Los pocos jóvenes que han ocupado espacios de primer nivel han sido los familiares de los ex gobernadores, ex senadores, ex diputados, ex dirigentes de sectores o de los gobernantes en turno.

En Guerrero tenemos muchos casos de políticos que se aferran en seguir en el escenario político-electoral y no permitir que las nuevas generaciones obtengan una diputación por el principio de representación proporcional. Héctor Apreza Patrón (el eterno diputado plurinominal), es un claro ejemplo.

El personaje de marras ha sido diputado local en cuatro ocasiones (LVI, LX, LXII y LXIII Legislaturas). En la primera ocasión que llegó al Congreso local fue a través de las urnas (1999), pero en las tres últimas ha sido por la vía de representación proporcional. O sea, ha sido palomeado por sus jefes políticos.

Héctor Apreza no gana en este momento una elección en las urnas. Ni siquiera la Alcaldía de Olinalá, municipio de donde es originario. Su único mérito es ser un buen títere de los caciques locales, a quienes les ha operado varios temas en el Poder Legislativo.

El PRI de Guerrero seguirá perdiendo elecciones si sigue secuestrado por los mismos personajes de siempre, especialmente de aquellos que presumen ser discípulos del ex gobernador José Francisco Ruiz Massieu y que supuestamente simpatizan con las ideas de Luis Donaldo Colosio Murrieta y Jesús Reyes Heroles.

También es necesario señalar que hay mucha gente valiosa en las filas del PRI-Guerrero, y muy especialmente aquellos que se han ganado los espacios con trabajo en las bases y que no llevan el apellido o la sangre de los que han usufructuado las siglas de ese partido.

Personajes como Alejandro Moreno Cárdenas y Alejandro Bravo Abarca muy poco le ayudan a la imagen y consolidación del tricolor rumbo a la elección del próximo año. El primero porque ha sido exhibido como un corrupto y por estar confrontado con la mayoría de los ex gobernadores y ex dirigentes nacionales de su partido; y el segundo porque carece de liderazgo y cercanía con las bases, o bien, porque es un pelele de los que lo impusieron en la Presidencia del Comité Directivo Estatal.

El 2024 está a la vuelta de la esquina, y el PRI no entiende que la sociedad ha cambiado y que no es la misma que gobernaron en el siglo XX y en el sexenio 2012-2018.

Si José Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio Murrieta resucitaran, volverían a morir al ver a un PRI secuestrado por “Alito” Moreno y los caciques regionales. Es cuanto.

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