Ángel Aguirre Rivero // Cuando aún no nos enteramos bien a bien el contenido y alcance de las nueve reformas aprobadas vía fast track en la Cámara de Diputados, toca al Senado revisarlas. Esperemos que esta vez respetando el debido proceso legislativo.
En mi experiencia como legislador no vi nada igual. Es cierto que los mayoriteos han sido costumbre, y no es la primera vez que son obviados los procedimientos legislativos, pero la forma tan atropellada en que se realizó esta sesión nos lleva a preguntar: ¿cuál es la prisa?
Lo que ocurrió es una negación del quehacer legislativo: un Parlamento se desnaturaliza si no dialoga, no discute, no escucha la opinión de la sociedad, y sus órganos técnicos no dictaminan las iniciativas.
En votaciones sin análisis y discusión, Morena y sus aliados aprobaron en la oscuridad las iniciativas que consolidan el nuevo proyecto de nación.
Es difícil saber si estas reformas le convienen o no al país.
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Desaparecer la Financiera Rural cierra la posibilidad de que los campesinos accedan a financiamientos a tasas bajas.
Extinguir el Insabi sin transferir sus millonarios recursos al IMSS-Bienestar genera más incertidumbre que certeza.
Se restringe la producción de fentanilo clínico, de uso indispensable para enfermos aquejados por fuertes dolores.
Transferir los recursos de Fonatur a Sedena, pasar la operación y administración del Tren Maya al Ejército de manera indefinida, aunado a la línea aérea, empodera a un ente cuya vocación no son los negocios, sino la protección de la soberanía nacional.
El Consejo de Salubridad General en manos del subsecretario López-Gatell, tan criticado por su actuación del funcionario.
Cambiar el rumbo del país no es necesariamente malo, pero hacerlo a espaldas de la sociedad deja una sensación de desasosiego.
Del anecdotario
Fue 1997, durante mi primer gobierno, cuando tomamos la decisión de impulsar a la Orquesta Filarmónica de Acapulco, proyecto cultural acompañado de la Primera Escuela Estatal de Música, para que fuera dicha institución quien se encargara de proveer de músicos guerrerenses, dado que los primeros integrantes eran en su mayoría extranjeros.
Le pedí al maestro Eduardo Álvarez, quien estuvo al frente desde su fundación, que recorriera todos los municipios y que incorporara en su repertorio musical los sones de Tierra Caliente, los gustos y las chilenas de Costa Chica, pues siempre soñé cómo se escucharía tocar nuestra música regional por una gran orquesta filarmónica.
Recuerdo que en un concierto, vestidos con fracs a las 12 del día en Arcelia, uno de nuestros músicos de origen ruso se nos desmayó ante las altas temperaturas, por lo que le pedí al director que en lo sucesivo vistieran guayaberas.
Recibí un gran apoyo de uno de los mejores secretarios de Educación: Miguel Limón Rojas, quien siempre nos brindó todo su respaldo.
Hoy a la Filarmónica los guerrerenses la han hecho suya después de 25 años. Pero también hoy, lamentablemente, Eduardo Álvarez nos deja y se convierte en director emérito.
El futuro es incierto, pues los recursos que se asignan cada vez son menores y tenderá a desaparecer. Pero como miles y miles de guerrerenses la hemos hecho nuestra, no lo vamos a permitir. Estaremos atentos para rescatarla.