El empresario y el político
El empresario empieza su jornada antes del amanecer. Cumple con sus deberes familiares procurando el desayuno y llevando a los hijos a la escuela, e independientemente de su giro acostumbra llegar antes de la hora de entrada de los empleados.
Se mantiene pendiente de los proveedores, de los pagos tanto de insumos como de los servicios necesarios para la operación del negocio, así como de la nómina y del cumplimiento de sus obligaciones patronales y fiscales.
El político despierta a las 9 de la mañana, a las diez llama por teléfono a la oficina para avisar a su secretaria que llegará un poco tarde porque está “en una reunión” ; se vuelve a dormir y al mediodía apenas comienza a arreglarse para ir a atender los pendientes que se acumulan en su escritorio.
Llega a las 2 de la tarde, los pendientes ni por equivocación los toca, hace un par de llamadas y sale “de urgencia a atender un compromiso”, tal es la explicación que acostumbran dar las secretarias a los ciudadanos que llevan horas haciendo antesala esperando ser atendidos en sus demandas.
El empresario genera empleo e ingreso para las familias, mueve la economía local y regional, en la medida de sus posibilidades participa en actividades en bien de la comunidad, hace labor altruista con recursos propios, producto de su trabajo… Y paga impuestos.
El político se sostiene del erario público, de los impuestos que el empresario paga. “Ayuda” con recursos del mismo erario y tiene prácticamente a toda su familia cobrando en nómina oficial. Eso es algo que no podemos seguir permitiendo. Nunca más.
Mientras tanto… ¡Jálalo que es pargo!