¿Prohibición o aplicación de la ley?
Estar en otros lugares del estado y del país, incluso del extranjero, a donde he tenido la oportunidad de viajar, me ha permitido conocer otras costumbres, otras formas de vida diferentes a la de mi querido Acapulco.
En la mayoría de esos sitios, salvo sus raras excepciones, hay un denominador común: la gente se ciñe a las normas de urbanidad que tienen que ver con la limpieza, el respeto a los reglamentos, sobre todo los de tránsito; la preservación de los sitios de interés o turísticos, entre otras conductas positivas.
Sin ir muy lejos, en la Ciudad de México entrar a sus calles con un vehículo con placas cuyas terminaciones ese día no circulen, es tener prácticamente asegurada una infracción. En Estados Unidos el rigor es mayor, ya que insinuarle a un oficial de policía un soborno puede ser motivo incluso de arresto al infractor. En ambos casos de nada sirve argumentar que se es turista.
Recién se anunció que el gobierno municipal de Acapulco prohibiría acampar por las noches en la playa y jardineras aledañas, así como el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública, principalmente en algunos sitios tradicionalmente concurridos. Al parecer todo quedó en simple amago. Fotografías periodísticas dan cuenta de que a la gente – visitantes y residentes- la advertencia les hizo “lo que el viento a Juarez”.
En términos estrictos, lo que anunció el Ayuntamiento no es una prohibición, sino el cumplimiento de lo que marca el Bando de Policía y Buen Gobierno, mismo que quien actualmente nos gobierna, al igual que los funcionarios de su gabinete, juraron cumplir y hacer cumplir en su toma de protesta. Por lo tanto, anunciar que se aplicará una norma ya establecida está visto que no es el camino. La ley, hay que aplicarla y punto.
Mientras tanto… ¡Jálalo que es pargo!