SIN MEDIAS TINTAS

Jorge VALDEZ REYCEN
• Las lecturas de las visitas de AMLO
• “Astudillo, es respetuoso y cordial”
• Segunda amonestación a P. Amílcar

Por lo menos son tres las lecturas políticas imprescindibles de tomar en cuenta y analizar detenidamente respecto al balance de las visitas de Andrés Manuel López Obrador, como presidente de la República, al estado de Guerrero, desde el 1 de diciembre al 22 de marzo:
a).- El trato respetuoso, institucional, correcto, prudente y mesurado del gobernador Héctor Astudillo Flores con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
b).- La insidia rencorosa, inentendible, inexplicable del poderoso “súperdelegado” Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros que ya lleva dos amonestaciones presidenciales en público por la grilla excesiva, pleitos y quejas de atraso en los trabajos para liberar recursos federales a sectores sociales, y
c).- Los programas emblemáticos del gobierno de la Cuarta Transformación pactados, autorizados y anunciados por el Ejecutivo federal, con especial énfasis hacia la población vulnerable como adultos mayores, becas a estudiantes y jóvenes, el fertilizante gratuito a campesinos, y que nomás no aterrizan y llevan muchas condiciones en letras chiquitas, como una trampa retórica y de simulación.
Astudillo escogió el camino de la institucionalidad en la relación con el presidente Obrador, no obstante el agravio del 11 de enero, en Tlapa, donde recibió la peor y descomunal ofensa en los más de tres años y meses de su gobierno. Tuvo el valor de poner en su sitio las cosas desde el primer momento, con dignidad y entereza. AMLO se disculpó por “los que no entienden” que la campaña ya pasó y ahora son tiempos de gobernar. Fue la primera amonestación al autor de “promover el odio y el rencor” entre los guerrerenses y a quien el Ejecutivo guerrerense le dijo “nos equivocamos en darle un trato que no lo merece”.
Superado el momento que marcó la ruta, Astudillo elevó su trato al primer nivel y al primer círculo: Con la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; el de Seguridad, Alfonso Durazo Montaño; el de Hacienda, Carlos Urzúa; de SECTUR, SEDATU, Salud y así sucesivamente, con quienes propuso y marcó la agenda de gobierno. Esto, en buen romance, significa que Amílcar dejó de ser interlocutor válido en la relación Estado-Federación, por la inoperancia manifiesta, la ausencia y omisión del delegado en los temas más álgidos, conflictivos, sin dar la cara ni atención a reclamos. Esto, en política, es cuidar imagen y evitar desgaste.
La agenda permanece colgada de alfileres, como la fragilidad de la gobernabilidad. Sin embargo, lejos de asumir una actitud proactiva de ver, atender y solucionar conflictos, el “súperdelegado” asume la ausencia, omisión y retraimiento de los mismos ya sea por dos condiciones: la falta de conocimiento de los problemas y su carencia de operatividad política.
Ya son muchos días de “aprendizaje” para que, por lo menos, Pablo Amílcar “dé color”. Pero mire lo que son las cosas: sigue trenzado en su conflicto absurdo, belicoso, con la alcaldesa Adela Román Ocampo a la que mandó abuchear y rechiflar en Renacimiento. Eso le valió la segunda amonestación en público de AMLO. Fue lo negro de la visita presidencial número 4 a Guerrero, concretamente a la más peligrosa e insegura colonia. Y allí se anunció la operación “a corazón abierto” de Acapulco que tendrá una inversión de 600 millones de pesos para superar la delincuencia juvenil de pandillas que son el primer antecedente de la delincuencia organizada de narcomenudistas.
Acapulco será rescatado por AMLO en momentos cruciales, vitales, de zozobra y angustia por falta de empleos, una inseguridad alentada por la impunidad y la ausencia de efectividad policial en el desmantelamiento de grupos delictivos que extorsionan al comercio formal y al informal lo someten a actividades ligadas al narcomenudeo y halconeo.
Adela sabe que los enemigos verdaderos están fuera y dentro del Ayuntamiento.
Astudillo sabe que su trato con AMLO debe ser directo, sin intermediarios, institucional y respetuoso.
Pablo Amílcar sabe que tiene el tiempo encima de sacar adelante los programas de la 4T y no da soluciones. Se aísla cada día y su malhumor lo agobia. Tiene el enojo y la frustración pintados en la cara.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.