DEMOCRACIA Y EDUCACIÓN – SEGUNDA PARTE

Por: Efraín Flores Maldonado

John Dewey en su visión pedagógica destacadamente profunda, advierte que los actos individuales tienen influjo en las actividades que realizan los miembros de la colectividad y generan consecuencias significativas en la formación y desarrollo de la conducta, produciendo un espíritu común; para la educación dice el autor, lo valioso es que la acción pedagógica genere individual y socialmente “las consecuencias previstas”. En el proceso educativo dice que el lenguaje y la escritura son vasos capilares por los que transita el conocimiento para convertirse “en insustituible medio de dirección social”. Desde su punto de vista, la pedagogía más que provocar un cercamiento material de los individuos, lo que pretende es dibujar y poner en acción con eficacia “un control intelectual” de los educandos, formando en ellos “un espíritu de control social aceptado”. Dewey está convencido de que las ideas, creencias y conocimientos solo florecen cuando se interrelacionan, provocando imitaciones, criticas y adopciones de las normas establecidas por la colectividad. En una sociedad sana espiritual y moralmente, los individuos “tienden a actuar con las mismas ideas, creencias e intenciones predominantes” que ubican a todos en oportunidades de igualdad y movilidad social. De esta manera, la imitación social y la creatividad dinámica “son factor para el desarrollo de la acción eficaz”. Él los denomina estímulos superiores que detonan la dirección eficiente de las capacidades humanas. La excelencia en la enseñanza y el logro educativo, hacen posible que la inteligencia produzca habilidades dirigidas a conseguir fines de utilidad cuyo movimiento acumulado, dibuje sus resultados transformándolos en crecimiento y desarrollo humano. Así la educación es un influjo externo que provoca potencialidad, fuerza para llegar y diseñar algo diferente. Siendo la educación, elemento que genera un poder transformador, naturalmente construye nuevas formas y contenidos, maximizando las competencias físicas, sociales e intelectuales. El autor afirma que los educandos no son recipientes pasivos, sino que “están dotados para el intercambio social”. Tienen elasticidad, absorbiendo aspectos del medio social que los rodea, pero conservando partes vitales de su genética e inclinación humana. Retienen experiencia y la usan afrontando problemáticas de su vida cotidiana. La obra mágica y milagrosa del proceso educativo, detona cuando los niños “aprenden a aprender”, concepto que nos trae como moderna novedad el nuevo modelo educativo propuesto por la SEP; es un viejo propósito y por lo tanto me preocupa su redescubrimiento. Ello quiere decir que las instituciones educativas han tenido dificultad para cristalizarlo; de esta manera el autor señala que la educación, proporciona elementos “para el ajuste entre individuo y su ambiente”. Un ajuste que forme y transforme equilibrios, introduciendo los cambios que va generando la ciencia y la modernidad. Así la educación hace posible “el crecimiento continuado”. Destrezas, hábitos y conocimientos deben estar eslabonados por la inteligencia… porque “los hábitos rutinarios son hábitos sin pensamiento”; así, la función de la educación es conducir a la inteligencia a su máxima expresión, porque sin pensamientos en acción critica, no hay creatividad ni crecimiento. Dewey creé que solo la excelencia en la enseñanza generará excelencia en los aprendizajes y que la educación no debe cesar cuando se abandona la escuela. Doctor en Ciencias de la Educación.