Héctor Astudillo: cinco años

Por Ángel Aguirre Rivero| Quien no ha conocido la adversidad en política y se ha sobrepuesto a ella no podría valorar y asumir con compromiso, la oportunidad que dan los triunfos electorales. Esa es la primera reflexión que me viene a la mente al recordar que este pasado 6 de junio se cumplieron cinco años de la victoria del gobernador Héctor Astudillo Flores a la gubernatura de Guerrero.

Los liderazgos no se improvisan y las imposiciones no tocan corazones. Tropezar, sacudirse el polvo y componer el espíritu para salir adelante está reservado a quienes tienen la certeza de que el futuro se construye todos los días, porque en política no hay nada escrito, y todo es posible cuando te guían principios y valores.

En política las coyunturas influyen, los errores desde el gobierno también, y en las campañas políticas se utilizan estas circunstancias para mover las emociones de los electores.

Pero la propaganda no lo es todo, ni siquiera las contracampañas, es necesaria la presencia de un liderazgo que movilice a la gente, que sepa leer la circunstancia para establecer un compromiso de cambio, y eso fue lo que hizo correctamente Héctor Astudillo.

Me llama mucho la atención que, a casi cinco años de ejercicio de gobierno, el gobernador Astudillo se encuentre entre los mandatarios con mejores calificaciones en un escenario de crisis por la epidemia por Covid-19. El camino para la recuperación de su imagen no le ha sido fácil porque de manera natural, ha pagado los costos del desgaste en el ejercicio de gobierno.

No me toca a mí evaluar su ejercicio de gobierno, pero diré que reconozco el temple que ha tenido Héctor Astudillo para conducir los asuntos de la entidad, con serenidad se sobrepuso a una frágil gobernabilidad, con movimientos sociales irritados con justa razón, y en condiciones de seguridad pública de gran deterioro.

Por si fuera poco, al gobernador le ha tocado transitar por el relevo en el gobierno federal, que significó la desaparición de muchos programas, obras e iniciativas como la cancelación de la Zona Económica Especial con Michoacán y el freno en la obra carretera.

El gobernador se ha conducido con paciencia y mesura pese a los contratiempos que significa la llegada de un nuevo modo de gobernar, de impulsar el desarrollo del país y de ejercer la política. Su relación con el presidente López Obrador es de respeto y colaboración, lejos del reclamo fácil que gana espacios en los medios de comunicación, ha evitado una relación áspera con la Federación, prefiere las aclaraciones necesarias por las vías institucionales y eso le ha dado buen resultado.

No es fácil gobernar Guerrero, ni dar respuesta a un cúmulo a reclamos añejos, pero sobre todo, impulsar su desarrollo y el gobernador lo ha hecho con buenos resultados en minería, turismo, disminución de la inseguridad, con una administración eficiente y austera.

Alejarse del conflicto, resolver los problemas, ser tolerante en los momentos difíciles que vive todo gobernante, dibuja trazos como gobernante de Héctor Astudillo, con quien he recorrido diferentes tramos de la actividad política.

Desde 1996 en que coincidimos (yo en gobierno interino y él como alcalde de nuestra ciudad capital), nuestra relación se distinguió siempre por el respeto y colaboración.

Recuerdo que había quienes lo calificaban de “mecha corta” y como un hombre muy rencoroso; sin embargo, su evolución como político ha demostrado todo lo contrario, porque supo leer muy bien que la buena política no admite venganzas y mucho menos amargarse cuando se está en el poder.

Entiendo muy bien por lo que está pasando nuestro gobernador Héctor Astudillo ante una pandemia de la que no tenemos memoria los mexicanos.

Su sentido de responsabilidad y su amor por Guerrero le hicieron trabajar sin descanso y lo expusieron a contagiarse del coronavirus, del que estamos seguros, pronto saldrá adelante.

Desde esta columna le deseamos lo mejor a él y a toda su familia, quienes como muchos guerrerenses están enfrentando con gallardía esta terrible enfermedad.