Por Efraín Flores Maldonado
“Intelectuales”, el texto de Paul Johnson, dedica varias páginas al francés Jean Paul Sartre, poniendo énfasis especial en su vida personal, defectos y desde luego, las ideas fundamentales que lo dibujaron como un interesantísimo e influyente intelectual. Según las afirmaciones del autor, Sartre nació el 21 de junio de 1905. Su padre fue un distinguido oficial naval. En su primera infancia, una rara enfermedad afecto el ojo derecho de Sartre y lo inutilizó, lo cual provocó que el futuro filósofo fuera notoriamente feo, pero ingenioso y que se deleitaba “persiguiendo a las mujeres”. Estudió en la Escuela Normal del Francia, donde compartió su condición de pupilo con Raymond Aron y Simone de Beauvoir, también filosofa que se convirtió en su amante de toda la vida. En sus largas temporadas como profesor universitario, propalaba la idea de que los individuos son totalmente responsables de su libertad y que tienen “derecho a criticar todo y a todos”. Sus alumnos podían fumar en clase, sin obligación de tomar notas ni de presentar tareas. Jamás pasaba lista de asistencia ni aplicaba castigos. Su obra fundamental, “La náusea” fue publicada en 1938 y a través de ella difundió su propuesta filosófica conocida como “existencialismo”, que definía como “filosofía de la acción” y que los individuos estaban determinados siempre “por sus hechos, no por sus palabras”. Johnson asegura que la doctrina de Sartre fue calificada como “existencialismo” por la prensa francesa, lo que agradó a Sartre porque fue una propuesta bienvenida para la juventud francesa perteneciente a una “generación desilusionada”. Johnson nos dice que la mayor parte de los libros de Sartre fueron incluidos en el Índex de textos prohibidos por el vaticano y que prácticamente se convirtió en “líder espiritual de miles de jóvenes”. Una de las debilidades más destacadas de Sartre fue sin duda su gusto extremo por las damas. Simone Beauvoir era su amor central y en cada día y lugar iban apareciendo las periféricas. El Autor de “La Náusea”, siempre atrajo a un número abundante de jóvenes intelectuales, pero se cuidaba que ninguno de ellos destacara demasiado. Uno de sus alumnos de apellido Camus público un texto titulado “El hombre revolucionario”, lo que provocó el enojo del maestro, pues dice Johnson que Sartre “era incapaz de mantener amistad con cualquier persona de su propia estatura intelectual”. En todas sus expresiones, Sartre incitaba a la acción a las personas, lo que provocó que sintieran y pensaran que era un llamado a la violencia, haciendo que algunos se enfrascaran en actividades de franco terrorismo. En 1968, Sartre simpatizó con los líderes estudiantiles de Francia y declaró que “La violencia es lo único que les queda”. En sus últimos años de vida, Sartre cambiaba de residencia continuamente, siempre buscando una nueva aventura amorosa. Esto lo alejo físicamente de Simone Beauvoir, quien se despidió del filósofo escribiendo un libro al que título “Adiós”. El filósofo autor de “La Náusea” murió el 15 de abril de 1980 y entonces se conoció que una de sus amantes de nombre Arlette, desde 1965 había sido adoptada como hija y heredó sus derechos de autor, sus propiedades y los recursos financieros que tenía en bancos. Paul Johnson dice que Sartre y otros pensadores siempre tienen seguidores, porque a ciertos sectores de la población les atraen “los líderes intelectuales”. Califica a Sartre como un monstruo sagrado y que, a su entierro en el cementerio de Montparnasse, asistieron más de 50 mil personas. Eso y más dice Paul Johnson del filósofo Jean Paul Sartre. Desde mi modesto espacio académico y cultural, personalmente considero que los intelectuales deben mantenerse como memoria organizada de la sociedad, como voluntad que escudriña y crítica; como voz de alerta. Repito como ya lo escribí en otras ocasiones que una de las funciones relevantes del intelecto siempre será avizorar el caos y anunciarlo. **Doctor en Ciencias de la Educación*